"Hace
unos años yo tenía un amigo alemán
que se había empeñado en organizar mi
trabajo.
-Usted -me decía-
debe alquilar un despacho, comprar unos libros de consulta
cuanto más grandes mejor y señalarse unas
horas de oficina. Debe usted levantarse todos los días
a la misma hora, leer a la misma hora, pensar a la misma
hora, escribir a la misma hora.
Es posible: pero yo no
podría trabajar nunca en una forma metódica.
Yo no puedo leer en una biblioteca, que es, sin embargo,
un establecimiento organizado para la lectura. Leo en
la cama, que es un mueble hecho para dormir; pero en
una biblioteca no leo. Eso de llegar allí y verme
ante un libro entre cien personas que están ante
otros cien libros me produce un sopor invencible y me
transporta inmediatamente al mundo de los sueños.
Por eso poseo tan poca erudición. Y así
como no puedo leer en la biblioteca donde me entran
ganas de fumar, no puedo fumar en un smooking-room,
donde me entran ganas de leer, así no puedo tampoco
escribir en un escritorio. Mi trabajo, una vez organizado
perdería toda espontaneidad. ¡Qué
quiere usted! Yo soy un escritor fácil."
J.
Camba · ABC · 1959
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